jueves, 29 de marzo de 2012

“Ninguno de sus clientes, hasta donde se sabe, se quejó jamás de una incisión mal practicada, de una perforación intracraneal negligente, de una nefrectomía superflua”. El señor alcalde, al borde del llanto, conmovió con estas palabras los corazones de quienes el pasado martes se dieron cita en el tanatorio de la localidad para rendir último tributo al doctor Cesáreo S., médico forense municipal sin plaza y autor de una de las más celebradas obras que haya dado a la luz la comunidad científica gaditana: “50 autopsias algecireñas y una vivisección”.
De extracción humilde, su vivo carácter y su incontestable talento se hicieron patentes en su mocedad. Durante estos años de formación, ya aguijoneado por un recién descubierto interés en las ciencias forenses y con pretensiones puramente amateurs, practicó sus primeras autopsias a algunos de sus convecinos de la calle General Castaños. La pericia y talento demostrados por el joven en el trato a los cadáveres le disculparon de la reprimenda que, de otro modo, se habría merecido por diseccionar muertos en la cocina del domicilio familiar. Todos reconocieron en aquel chiquillo una vocación y un virtuosismo cuyo aliento bien valía el sacrificio de un abuelo descuartizado o un cuñado desollado. Era un genio, y como tal le recibió la Algeciras de su tiempo.
Sus quehaceres profesionales no estorbaron, sin embargo, el cultivo de una conciencia política que pronto le llevó a ingresar en las filas del partido, al tiempo que se recibía como miembro de las sociedades locales donde se preserva y aquilata el más rancio y noble algecireñismo. Su militancia fue recompensada con un puesto de confianza en el recién constituido gobierno. La tarea, si bien fue remunerada con largueza, hizo recaer sobre sus hombros la grave responsabilidad de fundar el primer servicio municipal de anatomía forense del que se tiene noticia hasta la fecha. Algunos, los más escépticos, dudaron de la cualificación del doctor S. para tamaña empresa. La crítica y la incredulidad espolearon la determinación de este hijo predilectísimo de Algeciras quien, aun a pesar de sus brillantes inicios y las enormes expectativas que despertó en su primera juventud, sólo podía acreditar un curso de auxiliar de enfermería expedido por CCC.
Su perseverancia, la integridad de su carácter y aquella predilección suya por la evisceración y el despedazamiento convirtieron pronto los sótanos del Ayuntamiento, donde el doctor S. se instaló con su instrumental y su mesa de autopsias, en uno de los negociados con mayor prestigio y más visitados de la administración pública local. Sólo quienes eran distinguidos con el honor de ser sometidos a una necropsia por las sabias manos de Cesáreo S. podían exhibir ese timbre de respetabilidad y algecireñía que no está al alcance de todo el mundo. Sobre aquella mesa de mármol, las manos del doctor S. se hundieron en las vísceras de los ciudadanos más conspicuos de la época, conocieron la purulencia de los pulmones devastados por el humo del tabaco, los intestinos drapeados por úlceras y tumoraciones, los músculos cardíacos consumidos por la ineficiencia de sus sístoles y diástoles, las vejigas exhaustas a causa de millones de micciones vertidas desde la infancia... Por allí pasaron los cuerpos exánimes de antiguos alcaldes, concejales sin delegación, algún que otro especial de pura cepa, dos medallas de La Palma, la junta directiva del Casino al completo, media docena de hermanos mayores de otras tantas ilustrísimas cofradías religiosas, el afinador de las guitarras de Paco de Lucía, un poeta local, decenas de pregoneros de las fiestas mayores, el arreglista del celebérrimo pasodoble “La Novia del Sol”, el escultor que alumbró el Monumento a la Madre, el presidente de la Casa de Algeciras en Torrelodones, un camello de la Acera de La Marina rehabilitado como asesor en la Diputación Provincial y una decena de sindicalistas de docilidad contrastada.
“Cesáreo S. colocó a Algeciras en un lugar relevante dentro del universo de la anatomía forense”, concluyó el alcalde, ya sin poder reprimir las lágrimas. “50 autopsias algecireñas y una vivisección” puede adquirirse en la sección de librería del centro comercial Bahía de Algeciras de El Corte Inglés.

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