miércoles, 21 de mayo de 2008

Tanto amor en Navidad

¿Usted me quiere?
Me va a perdonar la confianza, pero es que no dejo de darle vueltas al asunto. Pues, de ser cierto lo que pregona El Corte Inglés, la Navidad ha urdido un prodigio de amor que transporta al delirio de la solidaridad universal. Estas fechas tan señaladas hermanan corazones del mismo modo que se ensartan piltrafas de cordero a la brasa en un pincho. La Navidad nos hace mejores, informa la megafonía en la sección de oportunidades de los grandes almacenes. Y si todo esto es así, cosa de la que no hay por qué dudar, pues, entonces, a usted no le queda más remedio que quererme.
No se apure, puedo entender sus reticencias. Al fin y al cabo, usted y yo ni tan siquiera hemos sido debidamente presentados. Y, además, estoy sin afeitar.
Ya veo que esto no funciona. Advierto mucha tensión en la relación. Así que, y con el beneplácito del espíritu de la Navidad, replantearé la pregunta.
¿Usted quiere a su cuñado?
Antes de que me responda, le invitaré a no darse por interpelado si es que, como sólo rara vez sucede, su cuñado es un tipo afable, solícito y encantador. Yo de quien hablo es del cuñado medio español, de aquél que, durante ese entrañable avatar de la vida familiar que constituye la cena de Navidad, introduce su dedo pulgar en la salsa del besugo para cerciorarse de que el manjar ha sido servido a la temperatura adecuada; aquél que, desde los entremeses al postre, celebra con insistencia la solidez de su cuenta corriente y ensalza la potencia desmesurada que cobija el capó del flamante BMW que acaba de comprarse; aquél que, ahíto de cervezas y espumosos, eructa estruendosamente y, en lugar de disculparse, ríe con campechanía no sin antes aleccionar a los comensales sobre la incontrovertible verdad del dicho que reza: lo que se queda dentro o se pudre o mata.
Ahora le repito la pregunta: ¿quiere usted a su cuñado?
Bueno, quizá sea demasiado pedir, incluso en Navidad. Por eso, creo que resultará aconsejable que reformule, una vez más, la cuestión. Esta vez, aportaré diversas sugerencias.
¿Quiere usted al incompetente que ha gestionado el proyecto de AVE a Barcelona?
La Navidad ha hecho anidar en su seno un afecto sincero y abnegado hacia el departamento de hipotecas del Banco de Santander?
¿Por ventura será el preferido de su corazón el candidato que, una vez aupado al sillón, se olvidó de que había prometido acabar con quienes se hicieron de oro gracias a la especulación urbanística?
¿Acaso no sentirá una pasión desbordada e irrefrenable hacia el empresario que tan generosamente retribuye sus esfuerzos laborales con un pingüe salario que ronda, si es que no alcanza, la friolera de 800 euros mensuales, pagas extras prorrateadas?
Como ve, la Navidad alienta el amor.
Feliz Navidad.

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