El limbo era el lugar al que solían retirarse los idiotas cuando más se les necesitaba en otra parte. Era el limbo un sitio extraño, ignoto, que siempre habíamos imaginado habitado por muchedumbres de lelos y tontos del haba. Que el limbo existía se nos antojaba una certeza irrefutable, no sólo porque la cara de gilipollas de nuestro subdirector no dejaba duda alguna al respecto sino también, y esto era mucho más importante, porque la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana así lo atestiguaba.
Por nuestra parte, nosotros, los españoles, disponíamos de nuestro propio equivalente terrenal, de nuestro limbo particular en solar patrio, de nuestra reserva para cebollos sobre territorio nacional: Babia era para la Iberia fecunda lo que el limbo para el orbe celeste. O, dicho de otro modo, si el memo de nuestro subdirector no estaba en el limbo era porque había decidido retirarse a Babia. No había otra.
Cierto es que también cabía la posibilidad, nunca descartada, de que ni en el limbo ni en Babia hallásemos rastro alguno de nuestro bobalicón particular. En estos casos bastaba una somera inspección por las forestas más cercanas para dar con el paradero de nuestro tonto del culo, arrebujado en la copa de una higuera. En el limbo, en Babia, en la higuera…no existen muchos lugares donde un cretino pueda esconderse. Quizá en la inopia.
Sin embargo, y si hemos de considerar las últimas noticias, el cerco sobre los lerdos del mundo se estrecha. Roma ha dado el cerrojazo al limbo, y, con ello, ha clausurado uno de los retiros más codiciados por la populosa hueste de necios del planeta. Las impolutas almas infantiles no retozan ingenuas y felices por los páramos del limbo, como hasta ahora constituía creencia generalizada, sino que se encaminan directamente y sin escalas hacia el Paraíso. Los niños, pues, escoltan a los justos en el camino que ha de conducirles a la contemplación de Dios y, con ella, a la felicidad eterna. Pero, ¿y los tontos del haba? ¿Dónde encaminan sus pasos ahora, ya sin limbo, los tontos del haba?
Babia podría convertirse en un refugio alternativo de emergencia y dar cobijo a un número no desdeñable de mentecatos, pero apenas si serviría como solución provisional. Además, y esto habrá de ser subrayado, no ha de olvidarse que Babia es un emplazamiento genuinamente español y, como resulta de todos conocido, simples los hay en todas las regiones del globo. Y en lo que se refiere a la higuera, ocioso es mencionarlo, no existe bosque sobre la faz de la Tierra lo suficientemente frondoso como para dar albergue a tanto besugo.
Así pues, perdido el limbo como se ha perdido, ¿dónde van los memos, los tontos del culo y los tontos del haba, los cenutrios, los merluzos, los mentecatos, los simples, los cretinos, los obtusos, los idiotas, los mastuerzos, los sandios, los bobos, los estúpidos, los mendrugos, los majaderos…? ¿Por qué abstrusos dominios deambulará ahora nuestro subdirector cuando su rostro dibuje aquel gesto proverbial de gilipuertas que nos permitía conocer, sin lugar al engaño, que acababa de extraviarse en el limbo? Manejo una hipótesis, aunque la sola idea de que me encuentre en lo cierto conmociona mi alma como ningún espectro venido del ultramundo, por muy horrenda que resultara su estampa, podría hacerlo. Mucho me temo, y de ahí mi espanto, que esa multitud de gilis que antaño reposaba inane y babeante en el limbo ha decidido quedarse entre nosotros.
Urge un cónclave de padres de la Iglesia, una cumbre de prelados, una exhortación al mismísimo Papa para ofrecer una reparación a tanto contradiós. ¡Abran de nuevo el limbo, por lo que más quieran, por el Padre Damián Bendito y Fray Escoba, por el brazo incorrupto de Santa Teresa y la clavícula de San García, por el hueso radio de San Vicente Ferrer y la lengua de Federico Jiménez Losantos! O abren el limbo o los cenutrios comenzarán a ocupar los gobiernos municipales y los consejos de administración de las empresas, las academias y los templos, los consejos editoriales de los periódicos y las pinacotecas…Por lo pronto, mi subdirector ha sido recomendado para un ascenso. De ustedes es la responsabilidad.
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