miércoles, 21 de mayo de 2008

El club No Lo Sé

El foro de debate “IDK Club” nació a finales del siglo XIX bajo los auspicios de un grupo de burlones caballeros británicos. G. K. Chesterton, uno de los asiduos a sus reuniones, detalla en sus memorias los orígenes del club y, sobre todo, de aquellas intrigantes letras iniciales con las que se presentó en sociedad. El nombre de la institución estaba a la altura de sus patrocinadores. Chesterton cuenta que “IDK” no era, en realidad, sino una broma, un chiste gamberro, la sigla de “I don’t know” (“no lo sé”, en inglés). El chiste surtía efecto cuando, tras algún tiempo de espera, un infeliz venía a formular la inevitable pregunta. Solían hacerlo con la candidez propia de una perdiz que brinca atolondradamente en dirección al cepo. “¿Qué significa IDK?”, interpelaba el incauto. “No lo sé”, respondía cachazudo y solemne el miembro del club. La curiosidad de aquella alma cándida quedaba irreparablemente defraudada; los miembros del club celebraban la ocurrencia y confiaban en que el pánfilo que habría de convertirse en su próxima presa no demorara mucho su aparición.
Hoy día, nadie bautizaría con el nombre de “No lo sé” una institución concebida para la expresión pública de opiniones. Al menos, nadie que se halle en su sano juicio y que tenga una reputación que preservar. Vivimos tiempos en los que, si uno no se quiere ver condenado a la muerte social, se cuidará muy mucho de reconocer que no tiene ni la menor idea acerca de aquellos asuntos que confieren distinción en las exclusivas tertulias en las que todo se cuece. Tal y como están las cosas, resulta conveniente conducirse con precaución: se empieza por confesar que no se ha leído a Kierkegaard y se termina pidiendo la vez en la cola del paro.
Periodistas y políticos estamos sometidos a una presión desmedida. Un bombero es testigo cotidiano de escenas de devastación y caos, pero nadie espera de un empleado del Consorcio Provincial contra Incendios que redacte un tratado teórico-filosófico sobre la devastación y el caos. Todo el mundo se da por satisfecho con que sofoque incendios y rescate gatos de los árboles. Periodistas y políticos invertimos buena parte del día en parlotear ante cámaras de televisión y micrófonos de radio, ¡y todavía se nos exige que, además, sepamos de lo que estamos hablando!
Este afán por simular conocimientos de los que se carece está emparentado con otro mal de nuestra época, aquél que se encarna en la tentación de designar las cosas con nombres ampulosos. En ambos casos, el fundamento último de tales vocaciones ha de hallarse en la salvaguarda de la apariencia.
Hace tiempo que las cosas dejaron de ser lo que son para convertirse en aquello que se promete en el etiquetado. Cualquier autoridad administrativa, y para ello no resulta ni tan siquiera necesario haber transitado con cierto éxito por la EGB, puede convertir en Instituto Anglo-Hispano de Desarrollo Lingüístico y Tecnológico cualquier academia de inglés en la que haya más de un enchufe de 220. La designación se impone a lo designado.
Cuando yo era pequeño, mi madre solía comprar a un extraño vendedor ambulante unos preciosos tarritos que contenían toda suerte de promesas y, de manera más evidente, un líquido ambarino que hacía pasar por perfume. La memoria no me es fiel, pero quiero recordar que en la etiqueta figuraba la leyenda “Sueños de Oriente”. Mamá y yo sabíamos que aquel alquimista de la perfumería jamás había estado en Oriente, si es que excluimos Benidorm de tal categoría geográfica, pero nos divertía la desfachatez con la que el hombrecillo defendía la denominación de origen de su marca de colonia.
Del mismo modo, ha de llegar el día en el que la autoridad competente disponga junto al entrañable moro de los pinchitos de la feria un cartel en el que pueda leerse: Centro Internacional de Altos Estudios Gastronómicos del Magreb en el Campo de Gibraltar. Todo es cuestión de atesorar la paciencia necesaria.
Aunque cabe la posibilidad, también en este caso, de que ni yo mismo sepa de lo que estoy hablando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario