martes, 25 de noviembre de 2008

TEORÍA DE LA REVERSIBILIDAD

Un grupo de científicos estadounidenses ha conseguido devolver el habla a un mudo mediante la implantación de un microchip en su cerebro. El hallazgo abre un vastísimo y prometedor campo de aplicaciones, la más obvia de las cuales permitirá recuperar el don de la palabra a quienes por caprichos de la biología se han visto hurtados de ella. Pero los beneficios que procurará este hallazgo científico no pararán aquí, siempre y cuando los neurocirujanos artífices de tan encomiable descubrimiento mantengan una actitud generosa y desprejuiciada. Les bastará con recurrir a la lógica inversa para darse cuenta, de inmediato, del mucho bien que esta innovadora técnica quirúrgica puede deparar al mundo. Pues, y aquí reside el quid de la cuestión, si como queda dicho un microchip empastado en la blandura de la masa cerebral devuelve el habla, ese mismo microchip, recurriendo al proceso de pensamiento inverso más arriba aludido, bien puede utilizarse para privar del lenguaje articulado. ¡Qué oportunidades no revelará al género humano para su perfeccionamiento un instrumento capaz de callar la boca a los más mastuerzos de la especie! ¡Cómo no habrá de prosperar el intelecto humano si, mediante tan feliz expediente, cribamos de impurezas el caudal espiritual del hombre para que mane tan sólo, silente y cristalino, el torrente de las aguas más mansas y transparentes!¡Sumir a los idiotas en el silencio para que, atronadoras y subyugantes, resuenen en solitario las voces de los sabios! Bendita sea la ciencia.
Todo lo que anda p’alante adelante, anda p’atrás, dejó escrito mi abuela en algún lugar. Si el microchip otorga la capacidad de hablar, también podrá arrebatarla. Es ésta, precisamente, una de las grandes aportaciones de los seres humanos al orden de la naturaleza: la reversibilidad.
El homo sapiens ha introducido en el universo la idea de lo reversible, una noción ajena a la esencia misma de la Creación. Un ejemplo palmario de ello lo constituyen las obras de su entendimiento, de entre las cuales ésta del microchip que hace hablar a los mudos no es la menos relevante. El mundo natural no es, de suyo, reversible. Un capullo se deslía mientras, pujante, de entre las hebras doradas emerge una mariposa de turbadores colores y alas quebradizas. Un ser hermoso y diminuto sobrevuela el cubil que ocupara aquél que semanas atrás no era sino una larva gris, arrugada y fea. Sin embargo, y esto avala nuestras tesis, la naturaleza, por mucha sabiduría que le atribuya la tradición, se muestra por entero incapaz de revertir el proceso de manera que el grácil lepidóptero retorne a su condición de capullo.
Resultaría un recurso fácil, e impropio de la altura intelectual de este diario, oponer al caso expuesto el del prohombre que, hermoseado cual mariposa con traje de chaqueta y cargo público recibido del partido, regresa al hogar tras una ardua jornada de trabajo para, despojándose del hábito mundano, recuperar en la intimidad de su domicilio la condición de capullo que creyó abandonar en el instante mismo en que estampó su firma en la ficha de afiliación. No, sería una simpleza recurrir a la comparación, grosera por obvia, del capullo animal que se ovilla y el capullo social que observa el universo tras los cristales tintados del coche oficial.
Será mucho mejor para nuestra reputación de periodistas ilustrados y para tranquilidad del lector afiliado recurrir a argumentos que denoten una educación refinada. Si lo que se propone es debatir la reversibilidad como creación del ser humano, lo apropiado, elegante y cultivado es citar, verbigracia, el brebaje que transformaba al honesto Jeckyll en el pervertido Hyde, y viceversa; las prácticas médicas que permiten reimplantar miembros allí de donde fueron amputados; la moviola que patentó el colegiado Ortiz de Mendíbil, gracias a la cual Benito, emérito central del Real Madrid, pateaba la tibia del delantero centro rival una y otra vez, una y otra vez…No, la naturaleza no es reversible. No existe agente natural alguno capaz de devolver a la vida a un ser que acaba de fallecer; el pollo que inerme se asoma a la existencia no podrá ser reintegrado al huevo. Del mismo modo, los tontos no pueden escapar a su condición de tales. Aunque siempre puede practicárseles la técnica del microchip para callarlos.
Lo dicho, bendita sea la ciencia.

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